Amémos el sacrificio de la cruz
El forense José Cabrera describe
la tortura y muerte de Jesús en
'CSI: Jesús de Nazaret'
El autor se ha basado en documentación de la
época y en las improntas de la Sábana Santa de
Turín, "cuyo valor nadie ha desmentido".
Asegura que entre la detención y la muerte
en la cruz de Jesús pasaron 24 horas y una
vez crucuficado, sólo tardó dos horas en morir.
Jesús recibió 300 latigazos con un 'flagelum',
un tipo de látigo con varias colas que acababan
en bolas de plomo.
Portada de 'CSI: Jesús de Nazaret', libro de José Cabrera.
NEVERLAND EDICIONES El forense
José Cabrera ha descrito las lesiones sufridas por Jesús
de Nazaret desde el momento de su detención hasta su
muerte en la cruz, analizando la documentación de la
época y las improntas de la Sábana Santa, y ha recogido
sus conclusiones en CSI:
"Jesús de Nazaret. El crimen más injusto.
Cabrera ha asegurado que ha elegido para su libro,
publicado por Neverland Ediciones, ese título llamativo
"para que la gente se acerque a descubrir la figura de
Jesús" y conozca cómo fue su muerte desde un triple
enfoque: forense, criminológico y judicial.
Aun sin cuerpo se puede efectuar un "análisis forense
retrospectivo" basado en testimonios y documentación
de la época, como los Evangelios y otros textos apócrifos,
que no falsos sino no ortodoxos, y que fueron descartados
en el Concilio de Nicea, y en las improntas de la Sábana
Santa, cuyo valor "nadie ha desmentido", según el forense.
La documentación histórica romana establece
que desde la detención hasta la muerte en la
cruz de Jesús transcurrieron 24 horas, y que, una
vez crucificado, sobrevivió dos horas, cuando algunos
crucificados duraban incluso varios días, señal, según
Cabrera, de la intensidad de las torturas previas de las
que fue objeto. Heridas Las punciones en todo el cuero
cabelludo señalan que no fue una corona sino un casco
tupido de espinas lo que llevó en la cabeza, espinos que,
según Cabrera, los legionarios romanos no tuvieron que
buscar, sino que tenían cerca porque eran los utilizados
para prender el fuego, al igual que en algunas zonas de
España se utilizan sarmientos.
--La nariz la tenía fracturada por un golpe y el hombro
derecho desollado por el peso del patibulum o palo corto
de la cruz, cuyo peso era de entre 40 y 50 kilos, ya que
no transportó toda la cruz
—La parte grande permanecía clavada en el suelo, a la
espera del crucificado
—. Los latigazos los recibió de un flagelum romano o látigo
que partía de un palo o asidero y cuyas colas terminaban en
bolas de plomo. La ley prohibía golpear con este látigo en la
cabeza o en otros órganos vitales para provocar sufrimiento
pero no la muerte, de modo que Jesús, que recibió hasta 300
impactos de esas bolas de plomo
—el triple de lo permitido en la ley judía
—Ya llevaba varias costillas fracturadas en el momento
de acarrear el patibulum. También se desolló ambas
rodillas hasta la rótula por el efecto de las caídas y el
peso del palo de la cruz.
--Los clavos le atravesaron las muñecas pasando entre
los huesos, mientras que para los pies, superpuestos,
se empleó un solo clavo que entró por los empeines,
donde el pie es más ancho.
Según Cabrera, habitualmente se ataba a los crucificados
y los clavos, por ser muy caros, se reservaban para...
"Ocasiones especiales".
El centurión de la guarnición romana, antes de abandonar
el lugar del sacrificio, tenía la misión de asegurarse de que
el crucificado estaba muerto para garantizar que nadie lo
descolgaba con vida, por lo que en el caso de Jesús le
atravesó el corazón clavando la lanza de abajo a arriba
y de derecha a izquierda. Y de la herida, según las
Sagradas Escrituras, brotó agua y sangre...
—El agua era el suero que rodea el corazón cuando
la agonía se prolonga durante horas, según Cabrera.
—El forense efectúa igualmente un análisis criminológico de los
elementos que acompañaron las torturas y otro judicial de los
"saltos" que se dieron en el proceso entre las dos leyes vigentes
en Palestina, la romana y la judía, con la idea de perjudicar al reo.
"Pilatos, al final, no tuvo ningún elemento objetivo para condenar
a Jesús, y lo condena por razones políticas", ha concluido. Cabrera
ha recordado que fue en el siglo XX, al papa Pío XII, al primero que
un cirujano, Pierre Barbet, le describió estas lesiones y los sufrimientos
que conllevan desde el punto de vista científico, y ha asegurado que el
papa lloró al admitir:
"No lo sabíamos, nadie...
nos lo había contado así".